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En 1944, cuando el calendario apuntaba la fecha del 30 de agosto, Albert Camus publicaba en la revista Combat un artículo al que tituló El Tiempo del Desprecio. Decía: “Treinta y cuatro franceses torturados, después asesinados en Vincennes: palabras que no dicen nada si la imaginación no añade lo suyo. ¿Y qué ve la imaginación? Dos hombres frente a frente, uno se apresta a arrancarle las uñas al otro, que lo mira. No es la primera vez que imaginamos estas escenas insoportables. En 1933 comenzó una época que uno de nuestros hombres más grandes llamó, con justicia, el tiempo del desprecio. Y durante diez años, con cada noticia de que seres desnudos y desarmados habían sido pacientemente mutilados por hombres cuyo rostro es como el nuestro, se nos trastornaba la cabeza y nos preguntábamos cómo era posible. Sin embargo, era posible. Durante diez años fue posible y hoy, como para advertirnos que la victoria de las armas no es todo, hay todavía camaradas despedazados, miembros destrozados y ojos aplastados a taconazos. Y los que tal hicieron eran capaces de ceder su asiento en el subterráneo, así como Himmler, que hizo de la tortura una ciencia y un oficio, entraba sin embargo en su casa, de noche, por la puerta trasera para no despertar a su canario favorito”. Todo esto transcurrió y fue posible.

Fuentes y recursos: La Razón, RRSS

Ver nota aquí: https://is.gd/pwwSz7